lunes, 16 de octubre de 2023

LA ANCIANA

1er relato de Isabella Tal vez haya ocurrido en 2015 o 2016. Era una tarde soleada pero fría de invierno cuando llegué a la pensión donde alquilaba en la calle San Luis, en San Miguel de Tucumán. Era una casa antigua, con techos altos, de esas que tienen una historia impregnada en cada rincón. Como estudiante salteña, buscaba un lugar tranquilo para vivir mientras completaba mis estudios, y este lugar me gustaba. Pero de repente, algo empezó a suceder que me generaba bastante miedo, algo que ocurrió a partir de un hecho extraño en esa tarde. Como mencioné anteriormente, estaba llegando cuando vi a una chica nueva mudándose a la pensión. Mientras charlaba con una compañera en la vereda, vi a una anciana que entraba junto a dos mujeres. Una de ellas sería la nueva compañera de pensión, y la otra era su madre. Ambas eran amables, pero lo que me llamó la atención fue la presencia de la abuela. Ella venía detrás, caminando despacio, medio encorvada, se veía frágil, y me pareció mal que las mujeres más jóvenes la dejaran atrás y no la acompañaran, sobre todo considerando lo mayor y aparentemente enferma que parecía. Me dirigí a mi habitación por un momento y, después de un rato, fui a la cocina a preparar mi cena. Fue entonces cuando escuché a mi nueva compañera y a su madre salir de la habitación para irse. Volteé para despedirlas, pero mientras las veía alejarse, me di cuenta de que la anciana no las acompañaba. No entendía en qué momento se había ido, ni si acaso se había quedado en la habitación. El caso es que, intrigada y confundida, pregunté a las otras chicas que todavía estaban en la mesa de la cocina si habían visto a esa anciana, pero nadie parecía haberla visto. Solo yo fui testigo de su llegada. Esa situación era extremadamente enigmática para mí. Tanto que me preguntaba si acaso había visto un fantasma. Esa noche, mientras estaba en mi habitación estudiando, comencé a sentir una extraña presencia a mi alrededor. Un escalofrío recorrió mi espalda y tuve una inexplicable sensación de que no estaba sola. Intenté ignorar esos sentimientos, atribuyéndolos a mi imaginación, pero no pude evitar sentirme cada vez más inquieta. Con el paso de los días, las cosas se volvieron aún más extrañas. Cuando me encontraba sola en la casa, escuchaba ruidos provenientes de diferentes habitaciones. A veces eran pasos que se acercaban sigilosamente; podía percibir ese sonido que hace la ropa de una persona que intenta acercarse sin hacer ruido. Otras veces, eran sonidos de objetos que se movían o incluso voces que llegaban desde algún lugar desconocido. Y siempre, en cada uno de esos momentos, estaba la constante sensación de que alguien más estaba presente. Mi temor creció tanto que inevitablemente me pregunté si podría tratarse de un espíritu o un fantasma. ¿Era posible que la anciana que vi ese día fuera el espíritu de la abuela que aún permanecía en esa casa? Entonces, busqué una manera de hablar con esta nueva compañera. No sabía cómo decírselo. En una breve conversación, me di cuenta de que era una persona atea y que no creía en nada "espiritual". Por lo tanto, pensé que sería tonto intentar hablar sobre esto. Decidí contarle a una de las chicas que también vivía en la pensión sobre mis sospechas. Me miró con incredulidad y me aseguró que nunca había visto ni escuchado algo extraño en la casa. Su escepticismo no me afectó, necesitaba hacer algo al respecto. Con el tiempo, las experiencias paranormales se volvieron más frecuentes. No sabía qué hacer ni cómo enfrentar esa situación. Fue entonces cuando tomé la decisión de mudarme. Aquella pensión ya no era el lugar tranquilo que había buscado, se había convertido en una fuente constante de miedo. Aunque nunca más volví a ver a la anciana, sigo convencida de que su presencia aún sigue en esa casa. Y de alguna manera tuve la confirmación cuando, tiempo después de irme de allí, una de las chicas me contó por mensajes que la noche anterior se asustó muchísimo al ver pasar una sombra en su habitación y que, al encender la luz, vio a una mujer bajita y muy vieja mirándola. Dio un grito de espanto y esa presencia desapareció. Cuando lo contó a las demás chicas, intentaron hacerle entender que había tenido una pesadilla. Mi experiencia en esa pensión fue un recordatorio de que existen cosas más allá de nuestra comprensión, fenómenos inexplicables. Aunque haya decidido irme de ese lugar, siempre recordaré a esa anciana, y siempre estará la incertidumbre sobre lo que realmente viví en esa casa de la calle San Luis.

viernes, 2 de abril de 2021

LOS HUMANOIDES EN EL RÍO PILCOMAYO

Escuché toda clase de historias yendo de caza o pesca, algunas realmente extraordinarias, pero creeme Walter que nunca creí en esas cosas, hasta que yo y un grupo de amigos experimentamos algo fantástico hace unos años atrás.

Era una noche clara de Agosto. Aprovechamos el fin de semana largo para ir a pescar al rio Pilcomayo; en un sector que, un amigo insistía, se podrían conseguir buenos dorados. Salimos con todos nuestros enseres en la camioneta del padre de un amigo, quien también iba con nosotros. Eramos 6 hombres, quienes llegamos por la ruta 81 a un pueblo llamado Los Blancos; allí se sumaría el séptimo miembro de esta aventura, quién nos aseguraba, conocía un lugar del rio Pilcomayo dónde había excelente pique. 

Desde allí, aún nos esperaba un recorrido de casi 100 km por un camino de tierra, hacia el norte; un camino petrolero que nos conduciría hasta un pequeño pueblito próximo al río, llamado El Potrillo. Desde allí, siguiendo por un camino agreste 3 kilómetros más allá, arribabamos a un sector que se abría y llegaba al propio río. 

Llegamos al punto donde acamparíamos, era ya el atardecer, de manera tal que aprovechando el último rayo de sol, ya teníamos todo listo. Contábamos con una carpa tipo Iglú de gran tamaño, de tal forma que cómodamente entrábamos los 7 sin ningún problema. 

Don Manuel, que era el dueño de la camioneta; y don Juan, ambos los mayores del grupo; se dedicarían a hacer el asado. Luego de hacer el fuego, se dieron cuenta que para mantener viva durante toda la noche la fogata, haría falta más leña, entonces José, Marcos y yo (Daniel), nos introducimos en el monte cercano en busca de leña seca, lo cual se dificultaba pues hacía poco dejó de llover en la zona.

Por otra parte, Dario, quién es hijo del dueño de la camioneta; y David, éste último quien nos llevó a ese lugar; no pudiendo aguantar el entusiasmo, se fueron como a unos docientos metros del campamento, a la vera del río, para ver que tal estaba el pique. Se prometía una noche hermosa, con un cielo estrellado y luna.


Más temprano, mientras todavía armábamos la carpa, un señor extraño pasó cerca; era en realidad un aborigen de la zona (que los hay muchos); creo que era de la comunidad de los Toba. Al verlo pasar, algunos de nosotros le saludamos, pero él en su idioma nos dijo algo que no entendíamos. Sin embargo, el gesto de sus manos, y una particular seña, nos hacía suponer que no nos quería allí. Se lo preguntamos a David, si estar allí sería algún problema, pero nos dijo que no le hicieramos caso a este señor.

En ningún momento ninguno de nosotros pensamos nada extraño que no tuviera que ver directamente con la pesca. Si bien por esos lares son comunes las historias de apariciones extrañas, entre las cuales está la del Ucumar, una especie de animal-hombre muy grande que atemoriza a los aborígenes de la zona, el caso es que para nosotros todo aquello eran simples leyendas y nada más. Ninguno intuiamos lo que en aquella noche viviríamos. 

Pasaron las horas y, Darío y David, quienes se hallaban en el río, serían de hecho los primeros en ver algo extraño; algo inquietante desplazándose por sobre la copa de los árboles, más allá del río, hacía el norte. En sus palabras, era algo esférico y luminoso, de color naranja que por momentos se hacía rojizo. Aquello no producía ningún tipo sonido, y venía volando en dirección hacia donde ellos se encontraban. Viendo esto, los dos simplemente quedaron paralizados con aquella luz, y en especial cuando contemplaron que ésta se detuvo faltando unos 100 metros antes de llegar al río.

En ese mismo momento, Don Manuel y Juan, encargados del fuego y del asado, también estaban viendo lo mismo; ellos vieron como esta luz sobrevolaba por encima de la formación de árboles ubicado pasando el río. Cuando aquel objeto se detuvo, distinguieron que otro más pequeño salió debajo del mismo. Éste otro objeto era oscuro, muy opaco y parecía confundirse con la oscuridad de la noche. Luego, el objeto luminoso empezó a desplazarse acelerando hacia el Este, sin ocasionar ningún ruido y desapareciendo en el horizonte. El que quedó, parecía levitar, pues no se movía y tampoco producia ruido alguno.

Al ver esto, Dario y David se ocultaron detrás de unos arbustos. Por otra parte, Don Manuel y Juan hicieron lo propio al esconderse dentro de la carpa; pues esa cosa que flotaba, parecía, o mejor dicho, les transmitía la sensación de estar observándoles. El extraño objeto, empezó a moverse, pero contorneando la zona donde estaba la carpa, pues fue desplazándose hacia el sur. 

A todo esto, Marcos, José y yo, ignorantes de lo que estaba pasando, seguíamos en el monte juntando leñas. De pronto, en medio de bromas y risas, vi pasar de refilón algo por sobre los árboles. Era algo silencioso, pero pude verlo muy cerca. La luz de la Luna se reflejó sobre un lado de esa cosa, la cual si bien era oscura, tenía ciertas partes reflectantes. Era alargado, como un cilindro en vertical, tal vez tenía 3 a 4 metros de alto; y se fue desplazando hacia el sur. Yo le golpeé el brazo a Marcos, para que mirara pues no quería llamar la atención de eso. Marcos me retó, pensando que se lo hice de puro molesto, entonces sin decir ninguna palabra, sólo señalé en dirección a esa cosa, y todos pudieron verlo.

Cuando aquello se perdió entre los árboles, nos quedamos alucinados, preguntándonos sobre qué pudo ser eso. Sólo entendíamos que era un ovni, aunque suene así de increíble, una especie de nave de aspecto muy extraño. Lo que más llamó nuestra atención, fue su sigilo, como si anduviera espiando o buscando algo. Nos atemorizamos un poco, pues se nos pasó por la mente que pudieran ser hostiles. Fue cuando decidimos volver para contarle al resto lo que habíamos visto. Calculo que en ese momento estábamos a 200 metros del campamento. Mientras regresábamos, escuchamos un sonido raro detrás nuestro. Nos detuvimos por un instante, entonces lo escuchamos mejor.

Era como si alguien viniera abriéndose paso entre los arbustos y las raíces, venía hacía donde estábamos. Pero sus pisadas sonaban pesadas. No sabíamos si quedarnos o correr. En ese momento, quedamos embobados. Hasta que José apagó su linterna y se arrojó detrás de unos arbustos, al ras del suelo. Lo miré a Marcos, y éste solo apuntaba con su linterna en la dirección del sonido buscando qué lo causaba. Yo presentí que corríamos peligro, fue algo instintivo, entonces hice lo mismo que José. 

La sensación de que algo inminente iba a suceder, era desesperante. Alcé mi mirada buscando a Marcos, quién estaba dubitativo, parado sin saber que hacer. Entonces eso se mostró. Una figura enorme, de más de dos metros, irrumpió en escena. Parecía una persona, es decir, tenía dos piernas, dos brazos y una cabeza, pero su cuerpo era extraño. Daba la impresión de estar desnudo, o tal vez tenía algún tipo de vestimenta pegada al cuerpo; sin embargo podíamos distinguir sus músculos. Sus extremidades eran muy largas. No distinguí muy bien su cara, si noté que su cabeza era enorme en proporción con el cuerpo y donde deberían existir los ojos, parecía tener algo como gafas negras, grandes y ovaladas. Aquel ser nos inspiró absoluto terror. Sólo imaginen toparse con algo así, en medio del monte, en la oscuridad de la noche.

Marcos y el ser se quedaron a escasos metros observándose. Distinguí que su piel era pálida, y se lo pudo apreciar mejor cuando Marcos le apuntó con su linterna. Pero en ese momento, éste arrojó la linterna al suelo tras gesticular una expresión de dolor (más tarde nos contaría que sintió como si la linterna se hubiera calentado muchísimo en cuestión de segundos). Recuerdo haber visto en la mano izquierda del ser, algo metálico, reflectante, que me hizo acordar a una porra (palo de la policía). Luego llevé mi mirada al suelo y con mis manos agarré mi cabeza cubriéndome; pues reconozco que estaba muerto de miedo y no podía sostenerle la mirada a esa cosa. Empecé a rezar, dado que creí que nos atacaría; y mientras lo hacía, escuchaba a Marcos que empezó a hablarle, pero tartamudeando. José, al igual que yo, se mantenía en callado.

Siguió un silencio. No sé cuanto duró, pero yo seguía con mis ojos cerrados, rezando. Entonces pasó que me tocaron la espalda, y me sobresalté. Era Marcos, que susurrando nos decía a mi y a José, que eso se había ido. Nos incorporamos, aún temblábamos cuando Marcos dijo que el ser se dirigió hacia la zona del campamento.

No sabíamos qué hacer, pero debíamos regresar para advertirles a los otros. José nos recordó que dentro de la carpa había una escopeta que pertenecía a Don Juan, y que si pudiéramos llegar a ella estaríamos más seguros. Entonces, aún con miedo, comenzamos a caminar en dirección al campamento.

Mientras caminábamos, íbamos alterados por lo que vimos, elevando la voz por momentos. No obstante, entre nosotros mismos nos callábamos, pues no queríamos que eso, que tomó la misma dirección en la que íbamos, nos escuchara. Por otra parte, nos llamó la atención el hecho de que, antes de verlo, cuando venía hacia nosotros, consigo venían los ruidos que hacía al cruzar por los arbustos, más sus pesadas pisadas. Sin embargo, luego de toparse con nosotros, al retirarse, no hizo más sonidos. Como si ésta vez se hiciera más sigiloso. Esto último nos preocupaba más; pues sabíamos que andaba cerca, pero esta vez no podíamos saber dónde exactamente.

A sólo 50 metros de la carpa, veo una sombra que le sale al paso a Marcos, quién iba delante nuestro; éste cae al suelo. Seguido a esto, la voz de Dario y la de los otros, diciéndonos "tranquilos, somos nosotros, no se asusten", nos hizo volver el alma al cuerpo. Nos agachamos y nos tiramos al suelo, cubriéndonos con la hojarasca llena de raices y espinas, y mirábamos hacia la carpa. "Shhhhh... ahí está" dijo David. Más allá del fuego que hicimos, cerca del río, se podía ver, aunque con dificultad, la silueta de alguien maniobrando con algo en las manos. La luminosidad del fuego, con el fondo negro del monte, producían un contraste que nos impedía ver que hacía exactamente. Pero se podía ver que en sus manos tenía algo que por momentos emitía una luminosidad rojiza, y cambiaba de forma.

– Pero, ¿que mierda es eso?– Era la pregunta que nos hacíamos. Cada uno de nosotros decía lo que vió, y nos preguntábamos qué estaba pasando. Ya no cabían dudas, eso que aún mirábamos a la distancia, era un extraterrestre. Y estaba claro que vino desde esa cosa en el cielo. 

Ya nos queríamos ir de allí, pero la camioneta estaba cerca de la carpa, si íbamos hasta allí, eso nos descubriría. Por otra parte, teníamos la posibilidad de agarrar el camino de tierra y recorrer los 3 kilómetros que nos separaban del pueblito Los Potrillos, caminando, en busca de ayuda; pero don Manuel, dueño de la camioneta, no quería dejarla. Además la carpa y demás enseres eran de valor. Pero de todos modos la idea era ir por ayuda y volver. 

Entonces uno de nosotros, no recuerdo quién, exclamó: – ¡miren! – y todos vimos como habían otras figuras próximas a ese ser, solo que éstas eran de pequeña altura. Al comienzo vimos dos, pero luego vimos al tercero que parecía salir desde la tierra. Era increible lo que estábamos presenciando. Darío fue el primero en decir que eran enanos, unos extraños enanos con un raro andar. Si aquel ser que vimos al comienzo, era de algo más de dos metros de alto, estos seres nuevos a penas llegaban al metro de altura. 

Finalmente decidimos irnos de allí, dejando todo, incluso el asado que a estas alturas, ya estaba completamente quemado. Mientras avanzábamos por la oscuridad de aquél camino; que se dificultaba andar pues hacía poco dejó de llover y el mismo se encontraba algo enlodado, lo cual nos obligaba a tener que caminar casi en fila india por la huella de los vehículos; escuchamos un ruido seco detrás nuestro tras andar más o menos unos quinientos metros. Junto a la explosión, notamos como un corto relámpago. Entonces nos quedamos parados, mirando hacia el río, para ver si veíamos algo más. Algunos estaban bajo un ataque de histeria, y decían que "ellos" vendrían por nosotros, que debíamos continuar. Pero don Manuel, Dario y Juan, decían que seguro se fueron, y deberíamos volver por las cosas.  

Entonces en ese punto nos dividimos en dos grupos, un grupo volvería por la camioneta, y el otro avanzaría por el camino de tierra hasta el pueblo en busca de ayuda. Así lo hicimos. Yo iba en el grupo que avanzaba hacia el pueblo. Caminamos un kilómetro más cuando a lo lejos, por el camino, desde el lado del río, divisamos las luces de los faros de la camioneta, entonces nos detuvimos a esperar su llegada. 

Por fin todos en la camioneta, regresamos al pueblo. Teníamos la intención de ir con la policía, pero don Manuel nos contó que en el campamento no habían señales de esas cosas, y que si venía la policía, nos tomarían por locos o bromistas pues, nada raro había. Es así que decidimos quedarnos en el pueblito hasta el amanecer. 

Cuando amaneció, ya de regreso por aquel camino que nos conduciría donde dejamos nuestras cosas, recuerdo que pasó algo extraño que nos dejó pensando. Y es que vimos pasar a ese mismo señor indígena que vimos el día anterior, lo extraño estaba en que al vernos, éste empezó a reírse mientras continuaba caminando, su risa hasta resultaba tétrica. Nosotros sólo le veíamos, y no dijimos nada. Quizás aún estábamos bajo el shock producto de aquel encuentro, pero si sentimos todos que esa persona supo lo que nos pasó, y de ello se nos reía. 

Ese día regresamos por nuestras cosas y decidimos volver todos al pueblo de Los Blancos, donde charlando con otras personas, nos enteramos sobre más cosas extrañas que ocurren en aquella zona en cierta noches, cerca del río Pilcomayo. 

Soy consciente que es muy probable que pocas personas nos crean, pero también sé que hay otras personas que si vieron cosas muy extrañas cómo estás, y quizás al conocer de nuestra experiencia, no se sientan tan sólos al vivir algo tan increíble como esto. 

LOS EXTRAÑOS VISITANTES EN DEAN FUNES

Llegada la madrugada, en una estación de servicio cercana a la ciudad de Dean Funes, en Córdoba, un automóvil Peugeot antiguo de los años 70's llegó a cargar combustible. De su interior descendieron tres personas, dos hombres de mediana edad y una mujer joven, todos de aspecto extranjero, más altos que la media del prototipo argentino y de cabelleras rubias. La mujer se dirigió sola al baño, en tanto los dos hombres quedaron parados esperando a ser atendidos. Todo esto fue notado por uno de los playeros que a unos 20 metros, mientras repostaba nafta a un camión, observaba.

La mujer retornó, pero ésta vez acompañada por otra joven, ambas muy parecidas, tanto en su fisonomía como incluso en sus vestimentas. Ingresaron al coche y permanecieron sentadas en la parte trasera. El playero que se acercó a atenderles, apreció una tonada extraña en el único hombre que le habló, quien con palabras medidas le pidió llenar el tanque; también pudo observar que este hombre junto a su acompañante, parecían comunicarse entre si por medio de la mirada, pues solo bastaba ello para que se pasarán unos papeles, así como un bolso azul. Esta actitud le pareció sospechosa al empleado, por lo cual le hizo señas a su compañero (aquel que los vio arribar al lugar en un primer instante) para que se acercara.

Al momento de pagar, el misterioso hombre sacó un fajo con varios billetes de $100 y le dio al empleado, quien sin llegar a contarlos, comprendía que aquel monto rebasaba considerablemente al costo acusado por el indicador en el tablero.  El playero se quedó con el fajo de billetes en la mano, mirando sin entender y esbozando una sonrisa que denotaba su confusión. El motor del viejo coche arrancaba y salía suave, a la vez que desde su interior emergió una voz que le dijo: " No regreses por el mismo camino a tu casa".

Tras perderse el rodado en la oscuridad de aquella ruta cuya negrura parecía engullir al vehículo, a la vez que este joven intentaba comprender aquella especie de consejo o advertencia que le dieron, alguien salió gritando del baño con un visible ataque de nervios. Se trataba de una señora de unos cuarenta y tantos que, intentando hacerse entender, mencionó haber visto algo imposible.

Fue llevada dentro de bar, donde le dieron un vaso de agua, entonces más calmada relató lo siguiente:

 —Me encontraba en el baño, tenía la puerta casi cerrada, cuando escucho que llega alguien; miro por la pequeña abertura de la puerta y veo a una mujer joven que caminó y se quedó parada mirándose al espejo; por lo que junté la puerta sin hacer ruido. Fue cuando empecé a escuchar unos ruidos muy extraños, parecían sonidos guturales, los cuales me provocaron un escalofrío. Algo pasaba allí, y el miedo que sentía no me permitía ver. Luego vino un silencio, daba la impresión que aquella persona se había ido, por lo que con cuidado abro la puerta nuevamente, y compruebo que aún permanecía allí, parada, frente al espejo, pero esta vez había alguien más a su lado, con la cabeza algo agachada, era completamente negro, pelado, con la piel oscura y brillosa, como la de las focas...si, parecía un hombre desnudo, más alto que ella, con la contextura de un hombre de gran tamaño, pero eso...eso no era un hombre...¡eso no era humano! De la impresión creo haber emitido algún sonido, porque eso giró rápido su cabeza para mirarme, y sus ojos...¡oh Dios mío!... Sus ojos estaban encendidos...como dos brazas. Allí todo se nubló, creo que me desvanecí—.

No pasó más de media hora, y un camión llegó al lugar. De entrada llamó la atención pues se estacionó cruzado en una salida de autos.  De su interior descendió  el chofer, con su cara desencajada. Y caminó como perdido hasta cerca de uno de los empleados que cargaba combustible. Alguien le gritó a este camionero para hacerle saber lo mal que estacionó su camión, pero el hombre permaneció indiferente, mirando a uno y a otro lado.  
Cuando le preguntaron si le pasaba algo
, éste respondió con nerviosismo: 

—nadie me lo va a creer...vi una luz... y algo más... vine rápido hacia aquí, porque me seguían... — 

Según este chófer, él mientras se dirigía a la ciudad de Dean Funes, vio pasar por encima de su vehículo y de manera rasante, a una esfera de luz rojiza con destellos naranjas, la cual siguió su misma trayectoria por la ruta hasta desviarse a unos 400 metros, para luego perderse entre unos árboles. Intrigadísimo por tamaña observación, bajó mucho su velocidad a la vez que siguió mirando en dirección a donde una iluminación casi pulsante teñía el entorno, daba la impresión de que eso, sea lo que fuese, había aterrizado muy cerca.
 

Durante ese tiempo, notó que viajaba sólo, sin tráfico delante, ni tráfico detrás. Pero muy cerca logra distinguir a un auto con las luces encendidas detenido sobre la banquina contraria, por lo que creyó podrían ser testigos de aquello que pasó. Esto le motivó a detener su marcha, poner las luces de balizas y encaminar hacia aquel coche.

Para su sorpresa, en el interior del rodado no había nadie, pero extrañamente, éste permanecía con el motor en marcha y las luces bajas encendidas, no así las de balizas. Pensó que podrían encontrarse cerca de allí, incluso que necesitarían ayuda. Gritó para hacerse escuchar, pero nada. Mirando hacia el origen de esa misteriosa luminosidad que permanecía en el horizonte, no pudo evitar pensar que los dueños del coche se fueron por allí. 

A un segundo de tomar ese recorrido e ir a investigar aquello, ve a una sombra que en la oscuridad de la noche podía distinguirse como un bulto, el cual venía hacia donde él estaba. Fue cuando le agarró el espanto al razonar que eso que venia caminando era demasiado alto. Todo de negro, al punto que se confundía con la noche misma. Es cuando decide no averiguar sobre aquello y corre hasta su camión. Logra dar arranque y sale de allí como alma que la lleva el diablo.

Cuando uno de los playeros de la estación de servicio le preguntó sobre aquel auto y si pudo distinguir marca, el chofer respondió: "creo que era un Peugeot, si...solo que uno antiguo "

Sobre estos incidentes se dio aviso a la policía, pero como no podía ser de otra forma, en estos misteriosos casos, no hallaron nada, ni siquiera al viejo Peugeot.

Un detalle más, terminando su turno el empleado que llenó el tanque del misterioso auto, llegada las 8 de la mañana luego de una noche extraña, decide no ir al refugio para esperar al colectivo que le lleva su casa, sino ir a descansar y pasar el día a casa de sus padres. ¿Cual fue su gran sorpresa al día siguiente?  Pues aquel refugio donde el tendría que haber esperado, fue impactado de lleno por un camión que perdió el control. De haber estado él allí, fácilmente hubiese muerto.

Esto último fue lo que le hizo recordar aquellas palabras, casi como de advertencia, de esos extraños personajes aparecidos en esa peculiar noche llena de incidentes inusuales en cercanías a la ciudad de Dean Funes, y de preguntarse también sobre el enigma de quienes eran aquellos misteriosos visitantes.